Herramientas para la democracia (III): crowdfunding público
Vale, es posible que este artículo "AVEs, Aeropuertos, Autopistas y Tranvías: La Cleptocracia arruina España" contenga inexactitudes, interpretaciones y asuntos discutibles, pero me sirve para introducir el problema: cómo la decisión de gastar el dinero público en unos proyectos y no en otros, o en ninguno en absoluto, es tomada caprichosamente por unos representantes que, a la postre, no son realmente los que tienen que poner el dinero, y por lo tanto tienden a despilfarrarlo. O dicho de otro modo, la mentalidad de —como citan en el artículo— "el dinero público no es de nadie".
Para cambiar esta mentalidad, nada mejor que poner de relieve al pagano de turno qué es lo que cuesta cada una de esas "brillantes" decisiones políticas. Podríamos adoptar un enfoque como el de Eslovenia y ofrecer una herramienta de monitorización del gasto público. Ciertamente es una herramienta que, bien utilizada, puede ser valiosa, pero también es cierto que es muy habitual ver como las administraciones ocultan las partidas entre una montaña de datos y terminología burocrática a los que poca gente está dispuesta a dedicar su tiempo y esfuerzo para fiscalizarlos.
Sin embargo, si a los ciudadanos de la provincia de Castellón (604.274 habitantes según Wikipedia) les hubieran dicho que tener un aeropuerto internacional les iba a costar a 250 euros por cabeza (una familia de 4 miembros 1.000€), tal vez hubieran pensado que al presidente de la diputación se le había ido completamente la olla. O no, tal vez sí había gente dispuesta a pagar eso a cambio de tener un aeropuerto. Y puede incluso que hubiera gente que estaba dispuesto a pagar por un aeropuerto, pero menos, mucho menos. Todas las posturas son legítimas, siempre y cuando sea una decisión informada. Y todas las opiniones, tratándose de dinero, deben de ser escuchadas.
Lo que esta situación está pidiendo a gritos es una herramienta de estilo crowdfunding. Dejaré la responsabilidad de explicar lo que es el crowdfunding a Wikipedia y hablaré directamente de la que es la plataforma de crowdfunding más famosa del mundo: Kickstarter. Y quiero hablar de Kickstarter porque representa la esencia del crowdfunding bien pensado. Su éxito no es una casualidad.
La filosofía de Kickstarter es maximizar el número de proyectos que consiguen financiación. Al fin y al cabo, ellos consiguen sus beneficios —son una empresa— de los proyectos financiados con éxito (se llevan un pequeño porcentaje). De los proyectos que no consiguen financiación no sacan nada, así que va en su máximo interés que los proyectos ofertados para crowdfunding tengan las mejores condiciones posibles para salir adelante, y los tratan con mimo.
Para conseguirlo, Kickstarter ha refinado un modelo con unas cuantas buenas prácticas*, que son las que me interesa recoger aquí:
- Los proyectos primero pasan un filtro de selección que elimina proyectos estúpidos, irrealizables o poco serios (a todo esto hay que decir que, aunque inicialmente Kickstarter se centraba en el mecenazgo artístico y cultural, puede abarcar cualquier campo creativo).
- Una vez el staff de Kickstarter elige un proyecto como potencialmente interesante para presentar en su plataforma, no se limitan simplemente a ponerlo, sino que asesoran y dan recomendaciones para que los proponentes mejoren el proyecto de cara a aumentar su atractivo hacia los potenciales donantes.
- Los proyectos presentados deben tener un objetivo de financiación a alcanzar definido y un plazo máximo para conseguirlo (por ejemplo, 10.000$ en un mes). Fijar unos objetivos estos límites ayuda a centrarse en conseguirlos.
- Se espera de los proponentes que se impliquen al máximo en la difusión del crowdfunding en el periodo que éste dura (lo que contribuye también a la notoriedad de la propia plataforma).
- Es fundamental que el proyecto presente de la forma más clara posible lo que se pretende hacer, y cómo se va a destinar el dinero de la financiación a conseguirlo. El que va a aportar dinero va a valorar si merece la pena o no a partir de dicha información.
- Importante también que la presentación del proyecto a los potenciales contribuyentes sea atractiva. No es un requisito obligatorio, pero la mayoría de los proyectos han terminado adoptando el formato de video como forma de presentación del proyecto —y Kickstarter lo fomenta—.
- Finalmente, Kickstarter obliga a ofrecer una serie de "premiums" o ventajas a los pledgers (contribuyentes), que se escala dependiendo del nivel de contribución de cada uno. Esto es importante puesto que de muchos de los proyectos de crowdfunding nos beneficiamos todos, así que hay que aportar un incentivo adicional para los que lo hacen posible. Un incentivo mayor, además, cuanto mayor sea el aporte realizado.
Un punto que quiero resaltas por las consecuencias que más tarde veremos es el del filtro previo. Un sitio de crowdfunding que acepte cualquier propuesta de proyecto sin consideración, derivaría en una tasa de fracasos alta, tanto de financiación como de consecución del objetivo tras ésta, decepcionando a contribuidores y por lo tanto reduciendo las posibilidades de conseguir financiación para todos en general. La Larga Cola no parece funcionar bien aquí.
¿Cómo podría encajar este modelo de crowfunding en lo público? Para empezar, no nos serviría para los gastos corrientes, así que habría que centrarlo en el capítulo de las inversiones. Tiene que hacerse a partir del dinero ya recaudado como impuestos o tasas, ya que si se hace a partir de contribuciones voluntarias se corre demasiado riesgo de que nadie esté dispuesto a poner dinero ni siquiera para las inversiones más necesarias. Y dentro de ese dinero se tiene que dar libertad al individuo para tomar sus propias decisiones responsables.
Pensemos por ejemplo que una entidad pública (un ayuntamiento, una comunidad autónoma) tiene 1.000 millones de euros de ingresos, de los cuales debe dedicar 700M a gastos corrientes ya comprometidos (las cifras son a puro huevo). Le quedan 300M para inversiones. Algunos ciudadanos pueden querer que se invierta en construir un hospital, que cuesta 200M, otros en un aeropuerto que cuesta 150M, otros en la mejora de una vía de comunicación que cuesta 100M, etc. En vez de simplemente votar, el contribuyente tiene una cantidad de dinero que puede distribuir entre los diferentes proyectos presentados según prefiera. Si por ejemplo pagó en impuestos 1.000 euros, descontando la parte que va a cubrir los gastos corrientes (70%), le quedan 300 euros. Puede dedicar los 300 al hospital, o puede dedicar 100 al hospital y 50 a la mejora de la vía de comunicaciones, o puede hacer cualquier otra combinación que prefiera. Ella o él, con sus decisiones, está definiendo cuales son sus prioridades, pero no con una elección de brocha gruesa de sí o no, blanco o negro, sino haciendo un reparto a partir de sus intereses. La tarea de convencer de que su proyecto merece la pena invertirse en él recae en los hombros de los proponentes de los proyectos que, como en el caso de Kickstarter, deberán hacerlos claros y atractivos para gozar del apoyo de los contribuyentes.
Ganancias de éste sistema:
- Se implica al ciudadano en la toma de decisiones que le afectan (este es uno de los principios básicos del Open Goverment)
- Hay menos posibilidades de corrupción, ya que el poder de decisión no recae ya sobre los administradores, que pasan a ser eso, unos mejor gestores y no unos "gobernantes" (modelo actual)
- Hay una promoción y recompensa respecto a pagar impuestos, ya que más impuestos significa también más poder de decisión posteriormente
Finalmente, otra cuestión: ¿qué pasa con el dinero no asignado, o el que se asigna pero no hay suficiente para que el proyecto se cubra? Aquí ya intervienen ideologías económicas. Por ejemplo, si se quiere fomentar que se invierta al máximo (política expansiva), se obligará a asignar todo el dinero disponible. O el dinero no dedicado simplemente pasará a la propia administración que lo gestionará según su criterio para completar los proyectos que crea necesarios —el caso extremo en el que nadie asignara nada nos llevaría a la situación actual en la que el 100% de la inversión es decidida por la propia administración—. En una política más ahorrativa, ese dinero sería acumulado para asignar en el siguiente año fiscal —o el plazo que se estableciera—. De ésta forma proyectos que no han salido podrían ser retomados más adelante, con más financiación (imaginad el caso de un grupo de personas que quieren que haya un hospital en su localidad, pero dedicando la inversión de todo un año de todos ellos no es suficiente para construir uno: podrían conseguirlo a largo plazo, ahorrando lo de varios años).
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* sacado de un artículo del New York Times titulado "The Trivialities and Transcendence of Kickstarter", pero como es un artículo detrás de paywall, no os puedo poner un enlace directo; en cambio buscando en Google podréis leerlo sin problemas.
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