sábado, septiembre 24, 2011

Revoluciones 2.0

Este es un tema que llevo tiempo queriendo mencionar, pero es difícil hacerlo sin que resulte excesivamente polémico. Pero recientemente me he encontrado un texto, Make the Revolution, que tiene ya un año, pero que lo expresa mucho mejor de lo que yo pudiera hacerlo. Así que aquí van citadas y comentadas las partes más interesantes:

His point is that today's social networks are fundamentally unable to drive the sort of social change that fueled upheavals like the civil rights movement. [...] I agree; The traditional method sit-in and picket-in-the-streets form of protest is clearly a failure online.
The problem with Gladwell's premise, though, is that it's wildly anachronistic to think that the only way to effect social change is to assemble a sign-wielding mob to inhabit a public space. [...] People who want to see marches in the streets are often unwilling to admit that those marches just don't produce much in the way of results in America in 2010.
Aquí en España también se nos ha inculcado que "para conseguir algo, hay que salir a la calle". De ahí, las masivas concentraciones del 15M, por ejemplo. Sin embargo, como cada vez queda más claro, estas manifestaciones y otras muchas se las pasan por el arco del triunfo. Lo cual es lógico, si tenéis en cuenta que la actual generación dirigente lleva haciendo este tipo de cosas 40 años. Nunca fue más cierto eso de "Más sabe el diablo por viejo, que por diablo". Es demasiado fácil para ellos desacreditar cualquier acto de protesta en las calles, incluso uno con tanto respaldo popular como el 15M. Un poco de provocación de la violencia por aquí, un mucho de intoxicación propagandística por allás, trabajo de derribo desde dentro, etc.

Tarde o temprano, quedan unos cuantos activistas desactivados, pensando "¿qué hemos hecho mal? No puede ser...". Lo que habéis hecho mal es aceptar jugar a su juego: al juego en el que ellos son maestros.
Gladwell is absolutely right to say that political action today takes place in the form of many smaller, simpler steps than it did when one used to have to put livelihood, liberty, or even life on the line to make change happen. That doesn't mean it's ineffective, just that it's a million small protests instead of one visible act. For me, it's a form of protest that feels much more Asian in its methods, with a steady trickle of small rebellions instead of the traditional western model of the visible, violent, aggrieved uprising. [...]
We have had an enormous and concerted act of social disobedience play out over the past half-decade, where millions have decided that the present regime of intellectual property law and corporate control over the way we communicate is no longer tenable. So, every day, with the click of a button, people from all walks of life are ignoring the law and protesting in public, simply by uploading content to YouTube or Facebook or anywhere else.
Descargarse una película, una serie, una canción como forma de protesta contra el actual régimen de propiedad intelectual, me encanta. Y engancha firmemente con los fundamentos de la desobediencia civil (si consideras que una ley es injusta, no la cumplas). Nada de ir a manifestarse delante del Ministerio de Cultura, que es una completa pérdida de tiempo. Y de paso, dar donde más duele :-)
The disobedience is not just online. [...]
Today, Dale Dougherty and the dozens of others who have led Maker Faire, and the culture of "making", are in front of a movement of millions who are proactive about challenging the constrictions that law and corporations are trying to place on how they communicate, create and live. The lesson that simply making things is a radical political act has enormous precedence in political history; [...]
"Hacer cosas es un acto político radical" ¿Qué más se puede añadir?
And if we put the making movement in the context of other social and political movements, it's had amazing success. In city after city, year after year, tens of thousands of people pay money to show up and learn about taking control of their media, learning, consumption and communications. [...]
Gente que se preocupa proactivamente de recuperar el control de sus vidas. Ese es el gérmen verdadero de una Revolución 2.0. Una revolución 2.0 que no saben como detener porque ni siquiera la entienden. Y esa es nuestra gran ventaja.
Their protests, their sit-ins, take the simple form of making things and sharing them with each other, online and off.
Un concepto tan simple, y sin embargo tan potente.
The quietness of their ways, the heads-down determination of the scientist instead of the chin-jutting attitude of the street fighter, might make them easy to overlook. But that doesn't mean that it's not a significant and enduring movement. it doesn't mean the will of these millions of people doesn't count, simply because it's expressed in a way that doesn't look like protest did five decades ago.
Y el que crea que una revolución consiste en tirarle piedras a los grises, ya puede agarrar el arco y echarse al bosque al estilo de Robin Hood, porque va a tener el mismo éxito en ambas formas de protesta anacrónicas.
Best of all, the people who actually make these things happen aren't just sitting around clicking "Like" on things online. As has been true since the earliest days of the blogosphere, the best minds in social media get together in person to help plan the future.
Aquí es en lo único en lo que puedo poner un pero. No en lo primero (las revoluciones, incluso las "2.0", no se hacen con botones, sino con curro duro), pero sí que reunir gente tenga necesariamente que pasar por reunirse físicamente. Sin desestimar la utilidad (y la diversión) de juntarse físicamente, también es importante aceptar y aprovechar que la "virtualidad" nos permite compartir y desarrollar ideas sin las limitaciones que nos puede establecer el mundo físico (algo tan simple como que la gente vive geográficamente dispersa).

domingo, septiembre 04, 2011

Herramientas para la democracia (III): crowdfunding público

Vale, es posible que este artículo "AVEs, Aeropuertos, Autopistas y Tranvías: La Cleptocracia arruina España" contenga inexactitudes, interpretaciones y asuntos discutibles, pero me sirve para introducir el problema: cómo la decisión de gastar el dinero público en unos proyectos y no en otros, o en ninguno en absoluto, es tomada caprichosamente por unos representantes que, a la postre, no son realmente los que tienen que poner el dinero, y por lo tanto tienden a despilfarrarlo. O dicho de otro modo, la mentalidad de —como citan en el artículo— "el dinero público no es de nadie".

Para cambiar esta mentalidad, nada mejor que poner de relieve al pagano de turno qué es lo que cuesta cada una de esas "brillantes" decisiones políticas. Podríamos adoptar un enfoque como el de Eslovenia y ofrecer una herramienta de monitorización del gasto público. Ciertamente es una herramienta que, bien utilizada, puede ser valiosa, pero también es cierto que es muy habitual ver como las administraciones ocultan las partidas entre una montaña de datos y terminología burocrática a los que poca gente está dispuesta a dedicar su tiempo y esfuerzo para fiscalizarlos.

Sin embargo, si a los ciudadanos de la provincia de Castellón (604.274 habitantes según Wikipedia) les hubieran dicho que tener un aeropuerto internacional les iba a costar a 250 euros por cabeza (una familia de 4 miembros 1.000€), tal vez hubieran pensado que al presidente de la diputación se le había ido completamente la olla. O no, tal vez sí había gente dispuesta a pagar eso a cambio de tener un aeropuerto. Y puede incluso que hubiera gente que estaba dispuesto a pagar por un aeropuerto, pero menos, mucho menos. Todas las posturas son legítimas, siempre y cuando sea una decisión informada. Y todas las opiniones, tratándose de dinero, deben de ser escuchadas.

Lo que esta situación está pidiendo a gritos es una herramienta de estilo crowdfunding. Dejaré la responsabilidad de explicar lo que es el crowdfunding a Wikipedia y hablaré directamente de la que es la plataforma de crowdfunding más famosa del mundo: Kickstarter. Y quiero hablar de Kickstarter porque representa la esencia del crowdfunding bien pensado. Su éxito no es una casualidad.

La filosofía de Kickstarter es maximizar el número de proyectos que consiguen financiación. Al fin y al cabo, ellos consiguen sus beneficios —son una empresa— de los proyectos financiados con éxito (se llevan un pequeño porcentaje). De los proyectos que no consiguen financiación no sacan nada, así que va en su máximo interés que los proyectos ofertados para crowdfunding tengan las mejores condiciones posibles para salir adelante, y los tratan con mimo.

Para conseguirlo, Kickstarter ha refinado un modelo con unas cuantas buenas prácticas*, que son las que me interesa recoger aquí:

  • Los proyectos primero pasan un filtro de selección que elimina proyectos estúpidos, irrealizables o poco serios (a todo esto hay que decir que, aunque inicialmente Kickstarter se centraba en el mecenazgo artístico y cultural, puede abarcar cualquier campo creativo).
  • Una vez el staff de Kickstarter elige un proyecto como potencialmente interesante para presentar en su plataforma, no se limitan simplemente a ponerlo, sino que asesoran y dan recomendaciones para que los proponentes mejoren el proyecto de cara a aumentar su atractivo hacia los potenciales donantes.
  • Los proyectos presentados deben tener un objetivo de financiación a alcanzar definido y un plazo máximo para conseguirlo (por ejemplo, 10.000$ en un mes). Fijar unos objetivos estos límites ayuda a centrarse en conseguirlos.
  • Se espera de los proponentes que se impliquen al máximo en la difusión del crowdfunding en el periodo que éste dura (lo que contribuye también a la notoriedad de la propia plataforma).
  • Es fundamental que el proyecto presente de la forma más clara posible lo que se pretende hacer, y cómo se va a destinar el dinero de la financiación a conseguirlo. El que va a aportar dinero va a valorar si merece la pena o no a partir de dicha información.
  • Importante también que la presentación del proyecto a los potenciales contribuyentes sea atractiva. No es un requisito obligatorio, pero la mayoría de los proyectos han terminado adoptando el formato de video como forma de presentación del proyecto —y Kickstarter lo fomenta—.
  • Finalmente, Kickstarter obliga a ofrecer una serie de "premiums" o ventajas a los pledgers (contribuyentes), que se escala dependiendo del nivel de contribución de cada uno. Esto es importante puesto que de muchos de los proyectos de crowdfunding nos beneficiamos todos, así que hay que aportar un incentivo adicional para los que lo hacen posible. Un incentivo mayor, además, cuanto mayor sea el aporte realizado.
Gracias a este modelo, Kickstarter ha conseguido un alto nivel de éxitos de financiación, los que les ha conseguido una magnífica reputación tanto entre los interesados en conseguir financiación para sus proyectos como entre los micro-mecenas que ven que sus aportes logran resultados reales. La confianza de ambos grupos se realimenta produciéndose un círculo virtuoso.

Un punto que quiero resaltas por las consecuencias que más tarde veremos es el del filtro previo. Un sitio de crowdfunding que acepte cualquier propuesta de proyecto sin consideración, derivaría en una tasa de fracasos alta, tanto de financiación como de consecución del objetivo tras ésta, decepcionando a contribuidores y por lo tanto reduciendo las posibilidades de conseguir financiación para todos en general. La Larga Cola no parece funcionar bien aquí.

¿Cómo podría encajar este modelo de crowfunding en lo público? Para empezar, no nos serviría para los gastos corrientes, así que habría que centrarlo en el capítulo de las inversiones. Tiene que hacerse a partir del dinero ya recaudado como impuestos o tasas, ya que si se hace a partir de contribuciones voluntarias se corre demasiado riesgo de que nadie esté dispuesto a poner dinero ni siquiera para las inversiones más necesarias. Y dentro de ese dinero se tiene que dar libertad al individuo para tomar sus propias decisiones responsables.

Pensemos por ejemplo que una entidad pública (un ayuntamiento, una comunidad autónoma) tiene 1.000 millones de euros de ingresos, de los cuales debe dedicar 700M a gastos corrientes ya comprometidos (las cifras son a puro huevo). Le quedan 300M para inversiones. Algunos ciudadanos pueden querer que se invierta en construir un hospital, que cuesta 200M, otros en un aeropuerto que cuesta 150M, otros en la mejora de una vía de comunicación que cuesta 100M, etc. En vez de simplemente votar, el contribuyente tiene una cantidad de dinero que puede distribuir entre los diferentes proyectos presentados según prefiera. Si por ejemplo pagó en impuestos 1.000 euros, descontando la parte que va a cubrir los gastos corrientes (70%), le quedan 300 euros. Puede dedicar los 300 al hospital, o puede dedicar 100 al hospital y 50 a la mejora de la vía de comunicaciones, o puede hacer cualquier otra combinación que prefiera. Ella o él, con sus decisiones, está definiendo cuales son sus prioridades, pero no con una elección de brocha gruesa de sí o no, blanco o negro, sino haciendo un reparto a partir de sus intereses. La tarea de convencer de que su proyecto merece la pena invertirse en él recae en los hombros de los proponentes de los proyectos que, como en el caso de Kickstarter, deberán hacerlos claros y atractivos para gozar del apoyo de los contribuyentes.

Ganancias de éste sistema:
  • Se implica al ciudadano en la toma de decisiones que le afectan (este es uno de los principios básicos del Open Goverment)
  • Hay menos posibilidades de corrupción, ya que el poder de decisión no recae ya sobre los administradores, que pasan a ser eso, unos mejor gestores y no unos "gobernantes" (modelo actual)
  • Hay una promoción y recompensa respecto a pagar impuestos, ya que más impuestos significa también más poder de decisión posteriormente
No voy a ser un ingenuo y decir que se elimina completamente la corrupción. Aunque el sistema es mejor, no es perfecto y puede ser manipulable de ciertas formas. La más obvia: la selección de los proyectos entre los que puede elegir el ciudadano. Porque ¿quién puede presentar un proyecto? ¿Cualquiera? ¿Sólo el poder ejecutivo? ¿El legislativo? Si puede presentar proyectos cualquiera ¿existe un filtro previo? Y si es así, ¿quién y bajo que criterios determina qué pasa y que no pasa ese filtro? El control de ese filtro puede determinar totalmente que opciones hay, y por lo tanto qué se puede hacer y qué no.

Finalmente, otra cuestión: ¿qué pasa con el dinero no asignado, o el que se asigna pero no hay suficiente para que el proyecto se cubra? Aquí ya intervienen ideologías económicas. Por ejemplo, si se quiere fomentar que se invierta al máximo (política expansiva), se obligará a asignar todo el dinero disponible. O el dinero no dedicado simplemente pasará a la propia administración que lo gestionará según su criterio para completar los proyectos que crea necesarios —el caso extremo en el que nadie asignara nada nos llevaría a la situación actual en la que el 100% de la inversión es decidida por la propia administración—. En una política más ahorrativa, ese dinero sería acumulado para asignar en el siguiente año fiscal —o el plazo que se estableciera—. De ésta forma proyectos que no han salido podrían ser retomados más adelante, con más financiación (imaginad el caso de un grupo de personas que quieren que haya un hospital en su localidad, pero dedicando la inversión de todo un año de todos ellos no es suficiente para construir uno: podrían conseguirlo a largo plazo, ahorrando lo de varios años).


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* sacado de un artículo del New York Times titulado "The Trivialities and Transcendence of Kickstarter", pero como es un artículo detrás de paywall, no os puedo poner un enlace directo; en cambio buscando en Google podréis leerlo sin problemas.