domingo, mayo 24, 2009

Carta de un carretero a Henry Ford

Muy señor mío:

Han llegado noticias a nuestro pequeño pueblo de su pretensión de dotar a cada uno de los ciudadanos de este país de uno de sus llamados "automóviles". Como profesional dedicado al transporte de personas y mercancías durante más de 30 años, me permitiré darle un consejo que le evitará perder, además del tiempo y la ilusión, grandes cantidades de dinero en esa alocada pretensión suya. Porque, permítame informarle, su empresa está abocada al fracaso.


El carro, en sus diferentes encarnaciones, ha sido nuestro compañero de viaje durante millares de años, y no por casualidad. A su fácil construcción y mantenimiento se le une su infinita autonomía. En efecto, con mis animales, sean caballos, mulos o bueyes, puedo recorrer cualquier distancia siempre que las montañas, los ríos, los desiertos o el mar no me impidan pasar. He sido informado que sus "automóviles" usan algo llamado "motor de explosión" (ya de por sí el nombre no dice nada bueno) alimentado por petróleo. Pues bien, mientras mis animales pueden detenerse y pastar prácticamente en cualquier prado, o conseguir forraje en cualquier granja, difícilmente va a lograr usted que en cualquier lugar sus máquinas consigan la sustancia que necesitan para su funcionamiento. A ello hay que añadir que, en caso de avería o problema, no podrán ser fácilmente reparadas, pues permítame dudar que haya suficiente número de gente por todos los rincones del país con la formación necesaria que requiere maquinaria tan compleja, mientras que yo siempre encontraré en cualquier población, aun las más humildes, un herrero con que herrar mis caballos, o un carpintero que me sustituya un eje o una rueda rota.


Pero la razón fundamental por la que su negocio está destinado al fracaso no reside en meras cuestiones prácticas, sino en el corazón de las personas. Dudo mucho que una persona cabal esté dispuesta en montar en una máquina "explosiva". Construida con materiales como el vidrio o el acero. Mis compañeros y yo (y sin duda nuestros clientes) seguiremos prefiriendo la textura de la madera bajo nuestras posaderas, el viento en nuestra cara, la suavidad del cuero de las riendas, o familiar olor de nuestros animales, a esas maquinarias sin alma ni vida que usted pretende que las sustituyan. Máquinas que impiden disfrutar de un tranquilo paisaje o de los hermosos sonidos de la naturaleza de los que uno puede disfrutar en un relajante viaje en carruaje. Maquinaria ruidosa y que expulsa desagradables gases (me aseguran) fruto de las explosiones.


Mis compañeros de profesión saben sin duda como yo que su máquina no contará con el favor popular, y está condenada al fracaso. Por lo tanto, realmente no lo consideramos a usted competencia o un motivo de preocupación para nuestra profesión. Sin embargo, como me apena ver que hombre tan talentoso se esfuerza vananmente en proyecto de tan poco futuro, no he podido resistir el impulso de advertirle de ello.


Sin otro particular, se despide atentamente

El cambio que provoca una tecnología es siempre traumático. Siempre genera un movimiento de reacción rechazándola (de ahí la palabra "reaccionario", como sinónimo de aquel que se opone a los cambios), hasta que llega un punto en que la tecnología es ampliamente adoptada. Mientras tanto, en ese interím, siempre habrá quien use todo tipo de argumentos para tratar de desprestigiar las novedades.

La carta de arriba es totalmente fictícia, pero bien podría haber sido real. Hoy en día, sus argumentos, a la vista de lo ocurrido en el último siglo, nos resultarán seguramente risibles. Sin embargo, hoy en día vemos utilizar argumentos similares en las discusiones entre ebooks (libros electrónicos) y pbooks (libros de papel). Se apela al sentimentalismo ("el olor del papel", "el tacto del papel"*), a la tradición, a que el libro es una tecnología duradera (el papiro y el pergamino también lo fueron), a la facilidad de uso, ... Argumentos similares a los que este hipotético carretero expone al constructor de automóviles. Este texto pretende simplemente que el lector se cuestione cuales de esos argumentos son simplemente prejuicios provenientes de no conocer otra cosa, y cuales encierran el gérmen de lo que será algo a lo que la propia tecnología emergente deberá dar respuesta, ahora o en el futuro.

Sin embargo, el cambio... el cambio es inevitable. Tal vez la transformación no será como nos la imaginamos ahora mismo, pero sin duda será. El progreso se abrirá paso de alguna manera, tal y como ha hecho hasta ahora.

Tiempos interesantes...

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* ¿Por qué no el sabor del papel, ya puestos?

2 comentarios:

iarenaza dijo...

Un par de detalles: (menores)

1.- Al comienzo del tercer párrafo escribers "Pero las razón fundamental...", cuando debería ser "Pero la razón fundamental..."

2.- El enlace que debería apuntar al vídeo de YouTube donde se muestra la facilidad de uso del libro está mal puesto y apunta a una dirección inexistente de blogpost.

Saludos. Iñaki.

Javier Cantero dijo...

Menos mal que estás al quite. Y seguro que hay más errores. Y seguramente lo debí de pulir un poco más, pero las prisas... O:-)