martes, junio 02, 2009

Futuros imaginados, presentes extrapolados

Inspirándome en esta magnífica serie de viñetas que comparan los futuros imaginados por Huxley (Un Mundo Feliz) y Orwell (1984) con la realidad actual, voy a enlazarlo con el artículo que mencionaba ayer, y entresacar algunos trozos:

La sociedad que surge es menos estable y, como denunciábamos, potencialmente más atraída por las alarmas políticas reaccionarias capaces de intercambiar mayor bienestar por menos democracia. También es una sociedad sin una clara identidad de valores compartidos, por lo tanto, es oportunista, consumista y sin proyectos a largo plazo", señalan los autores [del libro El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste, el periodista Massimo Gaggi y del economista Eduardo Narduzzi]
Esta visión coincide tanto con la de Orwell (políticas reaccionarias, intercambiar bienestar por democracia) como on Huxley ("oportunista, consumista y sin proyectos a largo plazo"). Incluso, si se quiere hacer un mix, podría encajar mejor en la Inglaterra de V de Vendetta, como fusión de ambas visiones.

Pero sigamos adelante, y veamos la visión de Santiago Niño Becerra:
En esa línea, Santiago Niño Becerra considera que hoy por hoy "la ideología prácticamente ha muerto", y gradualmente, evolucionaremos hacia un sistema político en el que un grupo de técnicos tomará las decisiones y "la gente, la población, cada vez tendrá menos protagonismo.

"Conceptos como funcionarios, jubilados, desempleados, subempleados, mileuristas, undermileuristas irán perdiendo significado. Con bastante aceleración se irá formando un grupo de personas necesarias que contribuirán a la generación de un PIB cuyo volumen total decrecerá en relación al momento actual, personas con una muy alta productividad y una elevada remuneración (razón por la cual su PIB per cápita será mucho más elevado que el actual), y el resto, un resto bastante homogéneo, con empleos temporales cuando sean necesarios, dotados de un subsidio de subsistencia (el nombre poco importa) que cubra sus necesidades mínimas a fin de complementar sus ingresos laborales. La recuperación vendrá por el lado de la productividad, de la eficiencia, de la tecnología necesaria; pero en ese trinomio muy poco factor trabajo es preciso. Pienso que la sociedad post crash será una sociedad de insiders y outsiders: de quienes son necesarios para generar PIB y de quienes son complementarios o innecesarios".
Y aquí me vienen dos analogías de futuros imaginados por la ciencia-ficción. La primera es la del clásico de H. G. Wells La máquina del tiempo. En esta novela, el viajero hacia el futuro se encuentra con una sociedad dividida en dos castas: los Morlocks y los Eloi. Mientras los primeros han evolucionado en unos seres ocultos bajo tierra y que hacen funcionar la maquinaria que mantiene el mundo, los segundos son un grupo de ociosos que prácticamente han perdido todo conocimiento y consciencia que no sea la de los placeres más básicos (comer, beber, dormir y follar), y cuya único motivo de existencia es satisfacer a los apetitos de los Morlock, que son los que en realidad los alimentan y mantienen con vida.

Wells era un socialista fabiano, y en las dos degeneraciones de los humanos que presenta, tiene un interés político claro. Mientras los Morlock serían los descendientes de la clase trabajadora, los Eloi representarían a los descendientes de las clases pudientes. Sin embargo, si retomamos el párrafo de SNB, podríamos encontrar una analogía que encaja mejor: los Morlocks ("personas con una muy alta productividad y una elevada remuneración"), que son los técnicos y tecnócratas, y a los Eloi ("un resto bastante homogéneo, con empleos temporales cuando sean necesarios, dotados de un subsidio de subsistencia"), mantenidos por los primeros porque son necesarios para ellos.

¿Estoy siendo demasiado atrevido? Bien, vamos ahora a por otra frase de SNB: "Pienso que la sociedad post crash será una sociedad de insiders y outsiders". En realidad, la frase de por sí no es suficiente, pero aquí estoy yo para explicar que una de sus predicciones es que sólo sobrevivirán las grandes megacorporaciones, capaces de aglutinar muchísimos sectores de forma que se pueda explotar la eficiencia de las economías de escala hasta el límite, y las micropymes (o autónomos), capaces de sobrevivir por su alto grado de adaptabilidad en cada momento a las necesidades del momento. Es decir, los freelancers. ¿Y en qué futuro imaginado conviven el titánico poder de las megacorporaciones de cultura monolítica con los freelancers y los outsiders? Efectivamente, en el cyberpunk más ortodoxo.

Si recuerdan algunos de los relatos de Gibson, los vaqueros y otros grupos marginales especializados (generalmente en el crimen) —es decir, outsiders— se dedican a hacer "extracciones": sacar importantes científicos o técnicos —los más valiosos insiders— de las megacorporaciones donde han vivido siempre para llevarlas con nuevos dueños. Y digo bien, dueños, porque las megacorporaciones se erigen en los verdaderos "estados" que rigen los destinos de sus "ciudadanos" (empleados) desde el nacimiento hasta la muerte, siempre dentro de la megacorporación. Incluso en la novela Jennifer Gobierno (de clara inspiración cyberpunk) las personas llevaban como apellido el nombre de la empresa donde trabajan.

La ciencia-ficción tiende a llevar las ideas a los extremos, con el objetivo de provocar la mayor reacción posible en el lector. Esto no significa que sus ideas no sean válidas, sino que hay que interpretarlas. Así como es difícil imaginar una sociedad donde todo el mundo entregara hasta la última gota de su privacidad al gobierno, o que se lanzara totalmente en manos del hedonismo, también es dudoso que se permitiera que su apellido fuera el de la empresa en la que trabaja. Y sin embargo, ya hoy, trabajar en la empresa XXX (sobre todo si XXX es una empresa con una marca conocida) puede que no sea un apellido pero sí es algo que se usa para etiquetar. En Vitoria, trabajar en Mercedes o en Michelín representa ya un estátus de por sí. Significa (o significaba) un trabajo estable, fijo, bien remunerado, al que aspiraban muchos. Y otro tanto se pueden decir de otras fábricas en otros lugares del mundo.

¿Los Morlocks —perdón, los técnicos— irán por ahí alimentándose de Elois? Lo dudo mucho. Sin embargo, los tecnócratas serán la nueva y escasa clase media, y seguro que podrán elegir el sitio de sus sueños donde vivir, la pareja con la que procrear, y un sinfín de lujos más que para la mayoría estarán vedados. Mayoría a la que se apaciguará con la inmortal fórmula del Pan et Circenses. ¿Tan difícil es de imaginar? Yo diría que no sólo es fácil de imaginar, sino que ya está con nosotros.

5 comentarios:

átopos dijo...

El contenido ideológico en sí no ha muerto, lo que ha periclitado es la forma de presentarse como objeto de asunción inevitable, ya sea por fuerza de la argumentación o por pura y simple imposición. La ideología persiste más que nunca, pero ahora se envuelve con la piel de la realidad y no de la idea. El sistema económico vigente es una ideología más, con unas presupuestos determinados analizados por los ideólogos del XIX (pienso, por ejemplo, en Marx), pero nadie la cuestiona porque no ya se presenta como objeto de asunción u obediencia, sino como la realidad pura y simple.

Que las ideologías (LA ideología) de hoy tenga el aspecto de la realidad pura y dura ha provocado que se instale entre nosotros el más funesto de los peligros, la ausencia de crítica (nadie se plantea criticar, por ejemplo, que los árboles crezcan o que los mares fluyan; sería absurdo).

Es chocante que una "ideología" tan dura como el capitalismo, en sus formas concretas de manifestación, se vea beneficiada de la proclama postmoderna del fin de las ideologías.

Los Eloi son también curiosamente semejantes a nosotros en esto, no cuestionan nada, porque todo en su vida infantilizada, desde la propia existencia y función de los Morlocks, hasta el ahogamiento de uno de ellos, se toma como la realidad pura y simple, inalterable, incuestionable, esencialmente ajena a cualquier intervención premeditada.

Esto me recuerda también la diferencia entre el Can-D y el Chew-Z en la extraordinaria The Three Stigmata of Palmer Eldritch de Philip Dick.

Con el Can-D uno todavía no ha perdido la conciencia entre alucinación y realidad. El Chew-Z, sin embargo, es la sustancia definitiva de la conversión de la alucinación en realidad y, sobre todo, de la realidad en pura fantasmagoría, fruto de un diós o un semidiós, de la que ya es imposible salir, como parece estar sucediendo con el sistema económico que se ha instalado en nuestra sangre.

Javier Cantero dijo...

¿Te quieres creer que me he leído Los 3 estigmas de Palmer Eldrich y no recuerdo nada del Can-D y el Chew-Z? Sí, había una droga de las muñecas Perky Pat, y otra planta alienígena, pero tengo muy olvidado ese libro. ¿Por qué será? xD

átopos dijo...

Ya te veo, Javier ---digo, Eldritch--- mirándote ahora mismo en el espejo y descubriendo como te van surgiendo los 3 estigmas ... XD

Salmonoide dijo...

Pues yo voy a llegar aún más lejos. No está ya con nosotros, ha sido superada.

¿Estamos en una sociedad gabernada por técnicos?. Desgraciadamente, no lo creo. quizás nos iría mejor si así fuera (exajero, evidentemente).

Lo malo es que estamos gobernados por políticos. Gente que, en esencia, nos representan, hablan por nosotros, y miran nuestros intereses, pero que, de facto, nos roban, engañan, y mirar su propio interés.

Estar gobernados por técnicos no me parece cosa del todo mala. Las decisiones tendrían cierta lógica, y se tomarían con conocimiento de causa. Sería la "cienciocracia". Para empezar, desastres como el del "Prestige" hubieran sido mejor gestionados. No conozco ningún gobierno presente o pasado que se le parezca.

No defiendo un gobierno tecnocrata puro, pero fíjate que ahora me parece que como cuarto poder podría estar bien.

Me explico con un ejemplo infantil:
Alguien podría decir que las ruedas tienen una forma poco óptima para ser almacenadas y transportadas. Se desperdicia mucho espacio entre una y la de al lado. Puede hacer columnas, pero se pierde espacio entre una columna y otra.

El ejecutivo puede considerar que efectivamente ruedas cuadradas solucionan el problema.

El legislativo puede hacer leyes que obliguen a los fabricantes a fabricarlas así, y el judicial encarcelar a tus vecinos de Michelín por incumplimiento reiterado de la ley.

Falta un poder que pare el carro y haga ver el absurdo de todo eso: el técnico.

El ejemplo es excesivamente chorra, pero ilustra muy bien lo que quiero decir.

¿De verdad no le ves bondades a un cuarto poder técnico?

Javier Cantero dijo...

En cierta manera, un poder técnico ya existe, entremezclado entre la burocracia. El asunto es: hasta ahora la última palabra la siguen teniendo las cuestiones políticas sobre las cuestiones técnicas. ¿Puede ese orden cambiar en un futuro cercano, debido a un nuevo contexto en el que la eficiencia es lo *primordial*, por encima de cualquier otra cuestión? Bien hay al menos un economista, que es el que he citado en el artículo, que piensa que así va a ser. Y probablemente no sea el único que lo piense.

El ejercicio de este artículo era ver si había escritores de prospectiva (de CF) que hubieran planteado futuros de tal guisa. Y he querido citar dos que me han venido poderosamente a la memoria leyendo esos argumentos. Debe ser porque siempre que leo a SNB me da la impresión de que estoy metido en una novela cyberpunk. Aunque concretamente ese artículo me ha recordado mucho a la dualidad Morlock/Eloi. Pero hay muchos más autores de CF que han reflejado futuros gobernados por la ciencia. Seguramente proque la tecnocracia/meritocracia es una forma de pensar muy común entre los que somos de formación científica. :/