lunes, febrero 01, 2010

Reseña: El Enigma de la Piedra

¿Sabías que los nombres Humphrey y Onofre vienen del egipcio "Unnefer", denominación con la que suele referirse al dios Osiris? ¿Sabías que el jeroglífico de la cerveza es un cántaro, y se pronuncia "Heneket"? (¿A qué me suena eso? O:-) ). Pues cosas como ésta y muchas más es lo que se puede encontrar el El Enigma de la Piedra, un traducción un poco rara para un libro cuyo título original es Le Petit Champollion Ilustré (El pequeño Champollion Ilustrado).

El autor de El Enigma de la Piedra no es otro que el célebre escritor francés de novelas sobre el Egipto de los Faraones Christian Jacq, y su pretensión no es otra que la de transmitirnos su amor por Egipto y sus jeroglíficos, y a la vez homenajear a su genial compatriota Jean-François Champollion, padre del desciframiento de esta forma de escritura arcana y sagrada. Y en verdad que la inspiración de Champollion fue la de un auténtico genio, pues lo primero que nos enseña Jacq es la complejidad de entender una escritura que es a la vez figurativa, simbólica y fonética. A partir de ese instante, Jacq nos mostrará el "abecedario" de los jeroglíficos, y empezaremos a recorrer las palabras y expresiones jeroglíficas más comunes, mientras a la vez el autor nos introduce en los usos y costumbres, forma de pensar y cultura de los antiguos egipcios, algo totalmente ligado a la interpretación de sus "palabras sagradas".

La conclusión principal que podemos extraer de El Enigma de la Piedra es que hace falta un profundo estudio y conocimiento incluso para descifrar los jeroglíficos más sencillos. Aunque el libro quiere hacerlo simple, es imposible no percatarse de la cantidad de información a memorizar y manejar en todo momento. Y aun así, hay todavía muchos interrogantes abiertos que ni los propios egiptólogos conocen todavía. Y si todavía te queda alguna duda, las preguntas-ejercicio que de vez en cuando se plantean son suficiente para bajar los humos a cualquiera (o al menos a cualquiera que no tenga una memoria eidética).

La virtud del libro es conocer un poco más el Egipto faraónico, y apreciar la complejidad de su escritura, más allá de los habituales clichés y chanzas sobre pájaros y "hombres haciendo así". Una lectura a ratos entretenida, a ratos un pelín pesada, que hará las delicias de algunos, y las no tan delicias del resto.

Tengo que confesar que éste libro me lo regaló mi amigo Jose Luis, y al principio no le hice mucho caso, ya que había leído una novela de Christian Jacq que me había parecido un soberano aburrimiento (el protagonista tiene bien ganado el sobrenombre de "El Silencioso", porque es más soso que el pan). Pero he de reconocerle a mi amigo que Jacq divulgando gana. Ejem, no sé si eso es precisamente un piropo para el francés, pero ahí queda dicho.

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