Reseña: 'El crash de 2010' de Santiago Niño Becerra
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El catedrático de economía Santiago Niño Becerra se ha convertido en uno de los Cuervos Seldones de la Gran Crisis económica que nos afecta. Admirado por algunos, denostado por algunos más, e ignorado hasta hace bien poco por la mayoría, su recientemente publicado libro 'El crash de 2010' le ha hecho saltar al escenario mediático por lo que se consideran sus "catastrofistas predicciones". Predicciones que viene haciendo periódicamente desde el año 2006 en su columna diaria en La Carta de la Bolsa, y de las cuales podéis encontrar un enormemente largo hilo recopilatorio en burbuja.info (el buscador de La Carta de la Bolsa apesta y no hay manera de hacer un enlace directo al conjunto de sus artículos).
Refiriéndome estrictamente al libro, he de decir que es bastante diferente enfrentarse al mismo como lector habituado a las columnas de SNB, que como neófito que llega por primera vez a sus teorías. Para el neófito, el shock me imagino que puede ser tremendo, y dejarlo un tanto desorientado. Pero los "iniciados" nos encontramos con un texto que no sólo no nos descubre nada nuevo, sino que se queda tremendamente corto respecto a lo que el propio autor suele desentrañar, cuando quiere, en sus artículos. Y también refleja algunas de sus contradicciones.
Tal vez sea este el aspecto que me resulta más frustrante. Evidentemente, no me esperaba un estudio técnico económico de la crisis, un tratado que estaría sólo al alcance de los especialistas en la materia. Es una obra de propósito divulgativo, y como tal tiene, por fuerza, sus esclavitudes. Pero aun así, me ha sabido a poco. A bastante poco. En unas 163 páginas de texto (menos, hay unas cuantas en blanco) y otras 60 de anexos (incluyendo gráficas, notas al pie y biblografía) se despacha toda la explicación de su teoría del crash de 2010. Pero que en realidad, lo que es realmente el meollo del asunto, se reduce a un capítulo central, titulado 'La crisis de 2010', de unas 40 páginas, que se me antoja tremendamente sintetizado, siendo el resto pura preparación (y alguna que otra divagación).
Supongo que en este caso hay que aplicar la regla del Martillo de Oro ("para aquel que tiene un martillo, todos los problemas son clavos"). Para un profesor de Estructura de la Economía, su visión tiende mucho a centrarse en la historia y el análisis de los sistemas económicos, sobre todo desde un punto de vista macroeconómico. Por eso de su insistencia a lo largo de libro en la teoría de las crisis cíclicas, aunque en su caso emplee ciclos incluso mayores que los de Kondratieff, de 250 años de media*, que es lo que vendría a durar un modelo económico (el último cambio correspondería a la década de 1810, donde se transicionaría del modelo mercantilista al modelo capitalista) y su empeño de clasificar esta crísis dentro del apartado de las crísis sistémicas sufridas por el capitalismo —sería la tercera tras la de 1870 y la de 1930— y por lo tanto postponer el fin del mismo a los alrededores del 2060.
Sin embargo, en el capítulo mencionado de 'La crisis del 2010' el autor comienza haciendo referencia a la teoría del Peak Oil de Hubbert y cita las previsiones de ASPO del congreso de Barcelona de 2008, que lo sitúan en 2012. No es el momento ni el lugar para ponernos a discutir sobre la teoría del peak oil, decir simplemente que yo estoy de acuerdo con ella. Luego está el asunto de ponerle fecha, que es bastante más complejo (hay desde quien defiende que ya se produjo en 2005, hasta quien lo sitúa en 2018 o incluso más allá). Pero, sea cual sea la fecha elegida, lo que está claro es que el peak oil es, desde el punto de vista de la teoría económica, un hecho totalmente fortuito, que en nada puede relacionarse con ciclos económicos estacionarios.
El peak oil podrá haber pasado, o pasar dentro de 10 o 20 años, pero creo que es difícil poner en duda que sus efectos son lo suficientemente devastadores como para provocar un cambio de modelo económico. Lo que haya después del peak oil no será capitalismo. Se le llamará postcapitalismo o se le llamará como sea, pero no se caracterizará por las bases que sustentan al modelo económico actual, al que llamamos capitalismo. Y es ahí por donde empieza a hacer aguas el argumento de su predicción en base a los ciclos de 250 años. Puedes aferrarte a la interpretación del "tocar techo" asociada al peak oil, y la posterior fase de decrecimiento, o puedes hacerlo a la teoría de los ciclos económicos, pero no puedes hacerlo a ambas a la vez, porque estás dando por hecho que las fuentes de energía tienen una duración concreta para que se ajusten a tus "ciclos", algo racionalmente imposible de creer.
Estoy de acuerdo en que a esta crísis se ha llegado por una exacerbación del modelo crédito-consumo (o como le gusta denominar a SNB, una situación de hipercrédito e hiperconsumo). Estoy de acuerdo que tiene que ver en parte con el peak oil, y digo en parte porque el peak oil es sólo una manifestación en el campo de la energía (campo por otro lado fundamental) de un fenómeno mayor, que es el modelo de crecimiento exponencial desbocado, que está produciendo un agotamiento de todo tipo de recursos, no sólo de la principal fuente de energía. Como en el documental Aritmética, Población y Energía nos recuerdan, simplemente somos demasiados consumiendo cada vez más de todo. Y en el mundo real, el crecimiento infinito no existe porque todo tiene un límite físico que no podemos sobrepasar. Es este aumento de la demanda de los recursos, de las commodities —que llaman los economistas— las que han empujado los precios de las mismas al alza para regular su demanda a la baja, o para aumentar su eficiencia a través de su precio. Y es la negativa de los distintos gobiernos y autoridades económicos a reconocer y enfrentarse a éste error de base del sistema, la que ha llevado a la huída hacia adelante de recurrir al dinero del futuro. Al crédito, en definitiva.
Y también estoy de acuerdo plenamente con SNB que el crédito es también un recurso, una commodity como pueda ser el petróleo, el arroz, el agua, o los caladeros de peces, y que como tal tiene un límite. Un límite definido, probablemente, por la edad vital y laboral, ya que hemos llegado a un punto de endeudamiento en el que la única manera de generar más deuda, la única huída hacia adelante que le queda al sistema sería que las deudas las heredasen las siguientes generaciones. Algo que es, simplemente, impracticable puesto que nadie puede asegurar que las nuevas generaciones estén dispuestas a aceptar deudas "de nacimiento", y por lo tanto, son de muy dudoso cobro. Y los créditos de muy dudoso cobro directamente no se conceden. Con lo que queda bien a las claras que el crédito es un recurso escaso, y encima menguante, con lo que a partir de ahora habrá que racionarlo a quienes verdareramente lo necesiten.
Coincidiendo con SNB (o SNB conmigo) en este análisis de la situación, lo que no comprendo es por qué, con todos las piezas de montar el puzzle, no llega a la conclusión lógica, que no puede ser otra que la de fin de ciclo económico. Tal vez porque lo de "fin del capitalismo" suena demasiado a marxista trasnochado. En realidad, por mucho que insista en su obra, los ciclos económicos más allá del paso del mercantilismo al capitalismo pueden datarse en periodos de 250 años. ¿Qué hay de la revolución neolítica? El nomadismo paleolítico duró miles de años. La protocivilización sumeria sedentaria tardó cientos si no miles de años en asentarse y transmitirse a otras zonas, como Egipto. No parece que el modelo esclavista de la antigüedad sufriera muchas variaciones (incluso con la introducción de la acuñación de moneda o la contabilidad) hasta el surgimiento del cristianismo y la desmembración de los valores del viejo Imperio Romano. Simplemente, tratar de dividir los avances político-económico-sociales en intervalos regulares suena a tratar de obtener un patrón del ruido blanco. Si pruebas muchas combinaciones, y te fijas en una ventana de tiempo concreta, tal vez te parezca ver ahí un patrón, pero en realidad eso no prueba que el patrón exista, sino que has adaptado los parámetros del experimento hasta llegar al resultado que te convenía. Con el esquema cíclico de SNB me pasa algo parecido.
En cambio, si tomamos como parámetro fundamental la capacidad para propagar los cambios y las novedades, sería mucho más lógico pensar que en el pasado remoto del paleolítico, cuando los cambios se transmitían a pie, y de generación en generación, éstos duraran grandes periodos de tiempo en acaecer. Mientras que en un estadio actual de "aldea global hiperconectada", los cambios y las crisis se sucederían a un ritmo mucho mayor. No digo que ésta sea la verdad, pero sí que es un esquema que racionalmente, encaja intuitivamente mejor con lo que conocemos, y por lo tanto, podríamos estar perfectamente en cualquier estadio no conocido de gravedad de una crisis, desde una pasajera (lo dudo) hasta a una mayor que cualquiera de las que ha existido hasta ahora.
Por eso, toda la perspectiva histórica que expone el autor en los primeros capítulos, aunque es interesante en sí, para saber de dónde venimos y porqué ciertas economías presentan un retraso endémico frente a otras, realmente no es una base sobre la que sostener que exista una crísis porque sí, porque "es lo que toca". Existe una crísis porque se han hecho mal las cosas, o mejor dicho, no se han querido rectificar las políticas en su debido momento porque "eran impopulares". Se ha optado por el pan para hoy, y el hambre para mañana, sólo que ayer ya nos comimos el pan, y es hoy cuando toca pasar hambre. Tampoco hay una garantía de que la crisis desembocará en un nuevo estadio capitalista, con unos parámetros distintos a los conocidos, y simplemente seguiremos adelante tras pasar unos años malos. Simplemente, no sabemos lo que va a ocurrir, y si lo que va a ocurrir es bueno o malo dependerá de donde desemboquen las soluciones que tomemos ahora . Y no de un devenir histórico cíclico y "planificado", que me recuerda a la psicohistoria de Hari Seldon de la saga 'Fundación' de Isaac Asimov.
Y es eso precisamente, las conclusiones, las que más hecho a faltar en el libro. Las líneas generales las conocemos de sus columnas: "ir-a-menos", eficiencia y productividad, desempleo creciente de los "factores productivos" de baja cualificación, salvo para casos puntuales, y establecimiento de un "subsidio de subsistencia" para cortar cualquier brote violento de grupos llevados a una situación desesperada. Racionamiento de los recursos naturales y demás commodities y dedicación de los mismos a lo que sea "absolutamente necesario". Todo esto no tiene nada de novedoso, encaja como un guante con los postulados de la teoría del decrecimiento. Pero a partir de ahí, SNB no se atreve mucho más. A decir que tal o cual país lo va a pasar peor o mejor, por su capacidad de adaptación, algo tremendamente dudoso, puesto que si no sabes a qué debes adaptarte, no sabes que punto de partida será el más ventajoso para ello. Por ejemplo, en un escenario de decrecimiento, los países con poca población, buena tierra, fértil, buen clima, y que conserven las técnicas de cultivo ancestrales probablemente lo pasen mucho mejor que una atestada e industrializada Gran Bretaña. O tal vez no. Pero sin saber los cambios que se avecinan, es difícil, muy difícil saberlo.
Tal vez SNB haya huído de querer incluir predicciones como la que hizo en una columna sobre la desaparición de las plantas ensambladoras de automóviles de España para el 2013. Predicciones "apocalípticas" muy llamativas, pero que lo vuelven blanco del escepticismo. Pero no hubiera estado de más que hubiera echado mano a lo que los propios CEOs de las grandes automovilísticas han reconocido en público: que el sector está sobredimensionado en probablemente un 50% a nivel mundial. Y no por una cuestión de derrotismo, sino por simples números.
Pero tal vez lo que más se echa en falta es tal vez una referencia a lo que la revolución de las TIC han traído consigo. SNB habla de las dos revoluciones industriales (la primera de la máquina de vapor, y la segunda del petróleo y la organización industrial tayloriana), pero haya obviado hablar de la llamada tercera revolución industrial, que podríamos llamar de la electrónica, o incluso de la información. Una revolución que está afectando gravemente a sectores enteros que hasta ahora parecían intocables (por aquí hemos hablado profusamente de la crisis editorial, incluso a la crisis de los grandes medios, pero podríamos extenderlo a muchos más campos) y que sin embargo no son ni mencionados, ni analizados. La crisis es cambio, desaparición de viejas estructuras y sustitución por nuevas. Pero es un cambio abrupto, puesto que las viejas estructuras, con el apoyo de la costumbre, se resisten a morir y dejar paso a las nuevas formas. En esa tesitura, es de lo más normal y esperable que las situaciones en cada uno de los sectores en retrocesos hayan ido paulatinamiento volviéndose deteriorándose, hasta alcanzar la traca final de una gran crisis generalizada que se expande como un incendio lo hace sobre las hojas secas, las ramas caídas y los troncos podridos de un bosque viejo y enfermo.
Todo este análisis simplemente no existe en el libro, y sin este análisis, para mí particularmente, es como si me estuvieran contando otra recesión distinta de otra época (p. ej. la de los 80 del petróleo), pero no la actual. Y si no podemos fijar exactamente las crisis que tenemos en marcha, no podemos saber adonde dirigirmos, establecer un modelo de futuro que sea plausible, y establecer los pasos de la transición hacia ese modelo. En definitiva, un libro que lo único que aporta es un grito de aviso de que las cosas van mal, y que van a ir a peor, pero que se queda ahí.
Desde un punto de vista más prosaico, también hay que quejarse de que el libro de SNB peca de los males que expone: más de 21 euros por un libro de 250 páginas, sólo por el hecho de elegir un método de distribución tan ineficiente como el papel, no encaja con el futuro de la eficiencia que predica. Existen copias digitales de su libro en la Red, que es un medio de distribución bastante más eficiente. Algunos dirán que es muy poco ético por mi parte fomentar la —mal llamada— piratería, pero no está de más que el propio SNB pruebe un poco de la crisis del 2010 (o 2009, o 2008) en sus carnes. Esto, también es una cara más de la crisis, y de la transformación que nos aguarda.
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* afortunadamente en el libro matiza lo de "de media", porque en algunas de sus intervenciones suele soltar lo de "250 años" a secas, lo que le da una impresión de futurólogo nada apropiada.
1 comentario:
Muy interesante tu reseña; yo compré el libro el sábado pasado y me lo devoré en una noche. Lo que me atrajo fue la coincidencia con otras teorías sobre el colapso económico que he estado leyendo últimamente.
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